Peter Iwen, uno de los socios fundadores de nuestro club en el año 2000, es nuestra gran máquina humanitaria. Entre tantas y tantas actividades, Peter es co-iniciador del gran proyecto barcelonés ALPAN.
¿Peter, cuándo entraste en Rotary y por qué?
Me hice rotario porque en anteriores donaciones me defraudaron.
Siempre he sentido la llamada de devolver algo a la sociedad catalana, que tanto me ayudó.
Por ejemplo, hoy voy a donar una cantidad importante a ALPAN para la compra de un coche que reparte la comida de los hoteles a los comedores sociales.
Genial. ¿Puedes compartir con nosotros algunos momentos rotarios que te hayan marcado?
Me marcó la inauguración del club hace 25 años con 70 socios.
También el viaje con seis socios a Senegal para supervisar la plantación de 10.000 mangos.
La 3ª Trobada en el Camp Nou, con 730 invitados y el vídeo de Bill Gates con dos colaboradoras presentes, es inolvidable.
Pero lo que más me llegó al corazón fue la inauguración del comedor transformado en La Horta, junto con los presidentes de otros clubes rotarios que me apoyaron económicamente para hacer posible esta gran obra.
Hoy comen allí cada día 200 personas necesitadas, muchas sin techo.
¿Qué dirías a una persona interesada en nuestro club?
Hay personas interesadas que temen que ser rotario cuesta mucho dinero.
En nuestro club pagamos una cuota trimestral de 250 €, más las comidas semanales.
Las cuotas las donamos casi íntegramente a los proyectos que elegimos nosotros mismos como club. ¡Esto me encanta!
Más dinero que donamos —por ejemplo, a ALPAN— sale de acciones como conferencias, conciertos, etc., y del plus que recaudamos allí.
También tenemos sponsors como La Caixa.
¿Cómo ves el futuro de Rotary?
El futuro es bastante estable.
Tenemos 1.300.000 socios en todo el mundo, y el intercambio de nuestros hijos o nietos con familias en otros países —como Estados Unidos— funciona muy bien, creando amistades que duran años.
Ya se puede ser Interact a partir de los 14 años en los colegios participantes, y Rotaract desde los 21.
Mi hijo Marc se hizo rotaractiano a los 25, y estoy seguro de que mi nieto también lo será en el Colegio Alemán de Barcelona.

